lunes, 27 de abril de 2015

Un pequeño adarve vecinal en el Callejón de San Pedro (Toledo)


Callejón de San Pedro, Nº 8 y 10
 

Entre los años 2004 y 2005, procedimos al seguimiento arqueológico en la rehabilitación de estas viviendas, en donde pudimos documentar la amortización de un pequeño adarve con orientación este-oeste, de algo más de 20 metros de longitud por casi 3 de ancho y que desemboca en el Callejón de San Pedro, dando acceso a tres viviendas independientes, dos de las cuales se localizan en la fachada norte y la tercera en la sur, dentro del actual número 12 del Callejón de San Pedro.
 
                                      Planimetría del adarve y de las viviendas
 
El adarve, actualmente absorbido por las viviendas, parece haber estado funcionando hasta comienzos de la Edad Moderna principios del S. XVI- teniendo en cuenta los dos cobertizos conservados: el primero y posiblemente más antiguo al fondo del adarve, y el segundo al comienzo del mismo.

El origen de esta vía urbana se remonta a finales de la época islámica e inicios del reinado de Alfonso VI. Junto a tramos de muros islámicos (aparejo toledano A), también se documentó una gran reforma del espacio a lo largo de la segunda mitad del S. XII, como nos insinúa el tipo de aparejo toledano A1[1]. Al respecto y, teniendo en cuenta que este adarve únicamente debió tener tres vecinos distintos, en su día planteamos como posible hipótesis de trabajo, que el documento conservado de 1187 y al que Jean Passini[2] hace referencia, denominandose “darb Ibn Muhriz” al Callejón de San Pedro, en realidad correspondería al nombre de este pequeño adarve.

Continuando con las investigaciones de Passini, éste planteaba la posibilidad de que la calle Cárcel del Vicario y el callejón de San Pedro estuvieran comunicados a través de este adarve, pero la verdad es que, con los datos arqueológicos documentados y analizados,  no parecen ser viable esta idea ya que las fábricas que presentan los lienzos que cierran el adarve se corresponde con un paramento islámico del siglo XI y otra reforma del S. XII, perfectamente uniformes y  cimentados directamente sobre la roca madre recortada.

Las viviendas 1 y 3, ubicadas al norte del adarve, tienen una superficie aproximada de 100 m2 y una distribución espacial interna muy similares entre sí, que nos inducen a pensar que responden a un urbanismo racional y planificado del área. En el caso de la vivienda 2, al sur del adarve, no hemos podido acceder a su interior, por lo que desconocemos su distribución y dimensiones. Lo que se cumplen las tres viviendas según los cánones urbanísticos andalusís es, que ninguna de ellas tienen el acceso principal cerca de los accesos de las otras viviendas, por lo que el principio de intimidad del espacio domestico se cumple a la perfección.
 
Vivienda 1, muro occidental (solana).
 
La vivienda 1, que sería la localizada más al noroeste,  constaría de un pequeño zaguán de entrada hoy en día desaparecido, de aproximadamente 3 m2, y desde el cual se accedería al patio. A él se abren dos crujías, la primera situada al norte (con restos de yeserías y arcos polilobulados), mientras que la segunda se localizaría al este. Ambas conforman sendos palacios, mientras que la oeste parece corresponderse con una solana o porche. Es probable que existiera también una cocina y un retrete junto al zaguán de entrada, pero que con las diferentes reformas posteriores, prácticamente no han dejado huella. Tendría un aljibe, que se localizaría cerca de la crujía este.
 
Crujía norte con yeserías en planta baja.
 
En cuanto a la vivienda 3, prácticamente presentaría la misma distribución, con la única salvedad de que no parece tener sótano. Los salones principales estarían ubicados en el norte y en el sur, y con las reformas renacentistas del S. XVI, la crujía meridional se transforma también en estancias, cambiándose su acceso principal a la calle de San Pedro, tabicándose la original de época medieval.
Vivienda 3, acceso original tabicado.
 
En cuanto a los elementos patrimoniales conservados, los más significativos se han documentados en la vivienda 1, elementos tales como:

*      El alero que cubría el acceso original, formado por canecillos con decoración policroma en rojo y azul oscuro. Está compuesto por un doble orden de canecillos, concretamente nueve, y en los que descansaría una viga corrida que soportaría un pequeño tejado. La existencia de los restos de este alero nos está marcando que en el S. XII la calle estaba completamente abierta, es decir, no existía el cobertizo que actualmente hay.


*      En la crujía norte, se localiza el palacio principal, que ha conservado restos del repertorio decorativo que adornaría la cara del muro. Éste se desarrollaría a lo largo de la totalidad de su fachada al patio, tanto en los arcos apuntados de herradura como en el acceso principal al salón. De ésta decoración, únicamente se ha conservado las yeserías embutidas en los arcos apuntados laterales. La decoración es bastante sencilla pero de una gran belleza. El intradós del arco está marcado con modillones o rizos calados de influencia almohade; mientras que el interior del arco presenta una composición de dos bandas horizontales atravesadas por una vertical. Las bandas horizontales están decoradas con rosetas de siete y ocho pétalos; y la banda vertical presenta una decoración vegetal bastante esquematizada, que podría representar al “Hom” (el árbol de la vida) o una banda de hojas de acanto[3]. A resumidas cuentas, no deja de ser la imitación de las hojas de una puerta completamente cerrada.
Representación del hipotético herraje del S. XII copiado para la yesería.
 
*      Dentro de la crujía norte, pero en su lateral derecho, se conserva un arco de polilobulado, que pertenece a la vivienda vecina. Tiene una altura de 2´50 m. por 1´30 m. de vano y está compuesto por cinco lóbulos que tienen un diámetro de entre 34/40 cm. Éste es muy similar al documentado por Clara Delgado en la antigua iglesia de San Lorenzo de Toledo. Este tipo de arco es muy común en el mundo islámico y en Al-Andalus, erigiéndose desde el Califato de Córdoba hasta las invasiones almorávides y almohades. Correspondería al acceso directo del salón a la alcoba.

En cuanto al inmueble 3, que mantiene la misma disposición que su vecino oeste; se ha documentado un alfarje policromado de época renacentista, localizado en el palacio norte. Esta vivienda debió tener tres crujías edificadas y una solana, en la medianería oeste. Las habitaciones principales estarían en la crujía norte y este; mientras que el acceso principal se realizaría a través de una puerta documentada en el adarve.
 
De la crujía este, prácticamente no se ha conservado nada, ya que en época renacentista este edificio sufre profundas transformaciones, tales como:

*      la entrada principal al inmueble cambia de lugar, ubicándose ahora directamente al Callejón de San Pedro;

*      se construye una nueva escalera que se apoya sobre parte del muro medieval facilitando su conservación;

*      se enriquece el edificio con alfarjes policromados y yeserías, de tradición mudéjar, en la fachada principal pero de facturación moderna (S. XVI o XVII).

Alfarje decorado de la crujía norte.
Restos de yesería en facahda al callejón de San Pedro.
            A diferencia del anterior inmueble, en el patio se documenta la presencia de un  pozo profundo, de captación de agua, y no un aljibe.

En cuanto a la vivienda nº 2, sólamente hemos documentado su acceso principal en el adarve, que también esta tabicado con abundantes mampuestos trabados con barro. Las jambas de la puerta están levantadas con ladrillos y presenta un cargadero de madera. En este caso, al no haberse repicado la parte superior, no hemos podido confirmar si también conservaba las huellas de haber tenido un alero o salidizo sobre el mismo.
Acceso principal a la vivienda 2, localizada en el muro sur del adarve.
En definitiva y a modo de resumen, tras el análisis de esta intervención en el barrio del “Adarve de Atocha”, podemos plantear como hipótesis que este área del sur de la Catedral está en pleno proceso de consolidación urbanística durante el S. XII, con una planificación urbanística de antemano.
Tampoco hemos podido comprobar si se conservan otros elementos o estructuras de épocas anteriores, ya sean del mundo romano o de época visigoda. Autores como Rebeca Rubio, Passini, Izquierdo o Molènat, inciden en la existencia de una trama urbanística ortogonal en esta parte de la ciudad, delimitada con muros de contención. Lo que sí hemos podido comprobar, es que en el sector oeste del adarve hay  un gran recorte de la roca madre, con una orientación norte–sur que podríamos poner en relación con otro gran recorte de la roca con orientación este-oeste documentado en el cercano cobertizo de Pozo Amargo, y que nos estarían indicando, presumiblemente, la existencia de dos vías urbanas de época romana amortizadas durante la alta edad media y el inicio de la baja edad media.



BIBLIOGRAFÍA


 BARRIO ALDEA, C. y MAQUEDANO CARRASCO, B. (1996): "Bajada del Sacramento, 3 y Pozo Amargo, 45-47" en Toledo: Arqueología en la ciudad.

DELGADO VALERO, C. (1999): “La estructura urbana de Toledo en época islámica”, en VV.AA.: Regreso a Tulaytula. Guía del Toledo islámico (siglos VIII-XI.

DELGADO VALERO, C. (1987): Toledo islámico: ciudad, arte e historia.

DELGADO VALERO, C. (2001). Arte Hispano-musulmán (artículos). U.N.E.D.

PASSINI, J. : Una casa medieval del adarve de Atocha, Toledo.

PASSINI, J. y MOLÉNAT, J.P. (1995): Toledo a finales de la Edad Media. I. El barrio de los canónigos; C.O.A.C.M.

PASSINI, J. y MOLÉNAT, J.P. (1992): "Persistance parcellaire et evolution diachronique à Tolède. L´impasse de la Bajada del Pozo Amargo et sa mosquée." en Mélanges de la Casa de Velázquez. Separata. Tome XXVIII-1. Madrid.

PASSINI, J. (2004): Casas y casa principales urbanas. El espacio doméstico de Toledo a finales de la Edad Media; Universidad de Castilla-La Mancha, Madrid.

PAVÓN MALDONADO, B. (1988). Arte Toledano: islámico y mudéjar. Instituto Hispano-árabe de Cultura, Madrid.

ROJAS, J.M. y VILLA, R. (1999): “Casas islámicas de Toledo”, en Entre el Califato y la Taifa: mil años del Cristo de la Luz

ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J.M. y VILLA GONZÁLEZ, J.R.: (1999): “Origen y evolución del aparejo toledano entre los siglos X y XVI”, comunicación presentada en el II Congreso de Arqueología Peninsular.

VV.AA (2001). La Ciudad Medieval: de la casa al tejido urbano. Coord. Jean Passini.

 

 



[1] J. M. Rojas y R. Villa (1999). “Origen y evolución del aparejo toledano entre los siglos X y XVI”. En: II Congreso de Arqueología Peninsular. Pag. 583-588.
[2] J. Passini (). Casas y casa principales urbanas. Pag. 447-448.
[3] Basilio Pavón Maldonado (1990). El arte hispano-musulmán…. Pag. 87-96.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Gracias y Felices Fiestas!

Al igual que el año pasado, queremos agradeceros a todos vuestras visitas y comentarios!

Aunque éste año hemos estado más ocupados y hemos realizado menos entradas en el blog (intentaremos enmendarnos en 2015!), la acogida de cada una de ellas ha sido espectacular y estamos muy agradecidos por ello. Ya hemos superado las 14.000 visitas!

Seguimos animando a todos aquellos que nos visitan a que participen con sus comentarios, sugerencias y, ¿por qué no?, críticas si las hay (siempre y cuando sean constructivas!).

Queda mucha arqueología de la que hablar en Toledo, así que seguiremos intentando acercarla a todos aquellos a los que les interese, al igual que trataremos de que se entienda un poquito mejor la labor que los arqueólogos profesionales hacemos en la ciudad.

Así, entre todos, podremos tratar de conocer y salvaguardar el riquísimo Patrimonio Histórico de ésta ciudad.

Felices fiestas a todos y os deseamos lo mejor para 2015!

Tarjeta de Felicitación Navideño- Arqueológica de Archaeosoup

Otro concepto de la arqueología procedente de Canadá. Encuentra tu coche! De Joke- KS

Un poco más "tétrico", una excavación con interesantes resultados.... de Archaeological Anomalies





martes, 14 de octubre de 2014

La Necrópolis Medieval de Toledo- I

En éste post vamos a presentar una pequeña introducción a lo que fue la necrópolis Medieval de Toledo, que desde época Romana hasta el siglo XV, se situaba al norte de la ciudad, desde la llanura de la Vega Baja hasta el Cerro de la Horca (donde actualmente se localizan los Institutos El Greco y Azarquiel).

Pero no fue así desde el inicio. Desde el primer (o primeros, ya que desconocemos si hubo separaciones entre los mismos) núcleo cementerial de época Romana que se situaba entre el sur del Circo Romano, así como otros enterramientos que se documentaron en la actual Avenida de Reconquista (Edificio de Telefónica, en el entorno del edificio de Caja Rural, etc.), el cementerio fue creciendo en distintas direcciones hasta que en el siglo XV se deja de usar, y los “muertos” vuelven a entrar en la ciudad.

Durante la Edad Media se enterraron al norte de la ciudad distintos grupos culturales que pasaron por ésta ciudad: visigodos, musulmanes, judíos y cristianos (mozárabes, mudéjares, cristianos nuevos o conversos), y muchas de las veces en el mismo momento, luego hubo posiblemente distintos espacios funerarios.

Esquema de la localización de la necrópolis medieval de Toledo (en azul). Se ha elegido el plano de la ciudad de Coello e Hijón de 1858, ya que representa cómo era la ciudad en la Edad Media, sin las construcciones actuales al norte. En otros colores, algunos espacios cementeriales conocidos, aunque no bien definidos (romano, musulmán, judío).

En las Siete Partidas de Alfonso X, basadas en las Doce Tablas romanas, se establecía que los espacios funerarios debían situarse a extramuros de la ciudad. Esto era fundamental por cuestiones de higiene y era conocido desde la antigüedad.

Luis Hurtado de Mendoza, en sus descripciones del siglo XVI, indicaba que los cementerios cristiano, judío y musulmán se ubicaban en tres sitios distintos: “..los judíos en el Cerro de la Horca, los moros en la Vega y los cristianos cabe San Ildefonso y Sta. Leocadia”. También debemos mencionar aquí lo escrito en el Memorial de Hurtado, en el que se hace la siguiente puntualización: “..hallándose también muchos lucillos de sepulcros de judíos y moros hechos de ladrillos y cubiertos con pilas de piedra berroqueña detrás de la hermita de Sant Eugenio a la parte del norte”.

Como vemos, parece que cada confesión tuvo, al menos inicialmente, su espacio funerario propio.

Ya desde el principio, salvo zonas muy puntuales que se han conservado intactas, la necrópolis medieval de Toledo sufrió de una alta demanda, que hizo que algunas zonas que posiblemente en inicio fueran utilizadas sólo por una grupo cultural, luego se usaran por otros indiscriminadamente, encontrando en algunas zonas, diversos niveles de ocupación de tumbas, llegando a romperse estructuras funerarias anteriores.

Durante la época Visigoda se siguió empleando el espacio que había comenzado a usarse en el periodo romano, y se produce ya la primera ampliación hacia el norte y oeste del espacio funerario, pero aún nos es muy desconocido. También en ésta época se produjo la población, mediante un amplio suburbio, de la zona de la Vega Baja.

Desde el siglo VIII en que los musulmanes toman la ciudad, tenemos un nuevo ritual de enterramiento, y se conserva el cristiano, con los grupos de Mozárabes (cristianos arabizados que permanecieron en territorio musulmán conservando su confesión religiosa) que quedaron en la ciudad. Igualmente, será en ésta época cuando la ciudad crezca hacia el norte, creándose el Arrrabal amurallado.

El cementerio Musulmán (denominado maqbara) aparece documentado ya hacia el año 1010. Se encontraba ubicado al norte de la ciudad, frente a la bab Saqra y se extendía, al parecer desde la antigua basílica de Santa Leocadia, a orillas del Tajo, hasta la ermita de San Eugenio, e incluso quizá más hacia el norte, pues hay indicios de éste en lo que se denominaba Cerro de la Horca, aunque no sabemos si se trataba de un solo cementerio o de varios.

La comunidad Mozárabe de Toledo fue la única confesión religiosa que contravino los preceptos de enterrarse fuera del espacio amurallado de la ciudad ya desde la Alta Edad Media, ya que dispuso intramuros de varios templos durante la dominación musulmana, como los de San Lucas, San Salvador, San Jacobo, Santa Leocadia, Frailes del Santo Espíritu o la Catedral de Santa María, según consta en los testamentos que recogió González Palencia.

La comunidad Judía, que contaba con su Judería al oeste de la ciudad, prefería los lugares elevados y orientados hacia la judería; en las necrópolis judías tan solo tenían cabida judíos y su espacio funerario solía estar separado de los demás por algún tipo de barrera física (muro, arboleda, etc.) y a veces tenían a una persona que cuidaba de ellos.

Sobre la localización  de la necrópolis judía, tenemos varias noticias históricas que nos hablarían de distintos emplazamientos: así, en unas escrituras de venta se dice que unas tierras situadas en la Vega Baja lindaban “con la carrera que iba al fonsario de los judíos” y, tras el edicto de expulsión de los judíos de 1492 promulgado por los Reyes Católicos, dispuso la reina Isabel que el osario de los judíos, situado en la Vega (por el Pradillo de San Bartolomé, no lejos de Santa Leocadia) se repartiese entre el concejo (la tierra y el suelo) y el cabildo catedralicio (la piedra), lo que supone posiblemente la destrucción de la necrópolis judía situada en esta zona.

Sin embargo, sería hace pocos años cuando la intervención arqueológica del Dr. Ruiz Taboada en el actual Instituto Azarquiel dejaría al descubierto y permitiese estudiar la necrópolis Judía de la ciudad, pudiendo documentarse sus rituales y distinguirlos de otros localizados en la ciudad.

Debemos mencionar que, una de las principales características de los enterramientos judíos de la ciudad (aunque se han documentado en otras como Córdoba o Sevilla), es la presencia de Lucillos: son unas estructuras de ladrillo, abovedadas, en las que se introducía el cuerpo. En otro post retomaremos ésta cuestión.

Plano de la necrópolis judía del Cerro de la Horca. Plano del artículo de Ruiz Taboada

Excavación en el Cerro de la Horca, de National Geographic

Detalle del interior de un Lucillo, de National Geographic


Tras la toma de Toledo en 1085, llegan nuevos cristianos a la ciudad, Cristianos de Repoblación, que traen nuevos rituales, como las fosas antropomorfas, y que eligen como lugar de enterramiento áreas cercanas a los templos a extramuros de la ciudad, como San Eugenio (se documentaron varias tumbas de éste tipo en la intervención arqueológica en Avda. Gral. Villalba nº 34).

Necrópolis de Cristianos de Repoblación de Gral. Villalba nº 34

A su vez, en la ciudad permanecen grupos de musulmanes que conservan su confesión, los Mudéjares. Las únicas menciones históricas a espacios funerarios mudéjares como tales se localizan a extramuros en el hanma de Santiago (zona de la Puerta de Bisagra), en el área de Santa Leocadia, San Eugenio y San Antón. Sí se han documentado numerosas tumbas asociadas a ésta cultura en el entorno del Circo Romano de Toledo.

Esta comunidad fue minoritaria en la ciudad desde el siglo XIII, pero es posible que su espacio funerario fuese mayor y llegase has la zona de San Lázaro y San Eugenio.

Necrópolis de San Lázaro (Novas Arqueología)

Tumba con delimitación de piedra y enterramiento en ataúd de San Lázaro (Novas Arqueología)

Detalle del enterramiento en ataúd (Novas Arqueología)

Planta necrópolis Gral. Villalba nº 22 (R. Untoria)

Necrópolis Gral Villalba en proceso de excavación

Por último, cabría mencionar a los Cristianos Nuevos o Conversos, a los que, según las Constituciones Sinodales del Arzobispo Carrillo de 1481 (Sínodo Diocesano de Alcalá), se les prohíbe, como Cristianos Nuevos, que tengan sepulturas en lugar distinto al de los otros fieles, por lo se enterrarían ya en las necrópolis cristianas, siguiendo sus mismos rituales. La única mención como espacio funerario de Cementerio de Conversos, situaría el mismo en el Pradillo de San Bartolomé (entorno del Circo Romano).

Con la llegada de la Santa Hermandad de la Inquisición a Toledo a finales del siglo XV, el uso de la necrópolis a extramuros se consideró como acto “judaizante”, motivo por el que se abandonó la misma, pasando todos los enterramientos a los templos cristianos, la mayoría de ellos a intramuros de la ciudad.

Hasta aquí llegaría la necrópolis medieval de la ciudad, pero no queremos terminar el post aquí, por lo que trazamos lo que ocurrió posteriormente.

El enterramiento se realizaba, desde entonces, dentro de las iglesias, cuyo espacio estaba muy jerarquizado, y en atrios anejos a las mismas (una gran parte de las plazas de la ciudad, como la del Conde, por ejemplo, eran cementerios de las iglesias, en éste caso, la de Santo Tomé).

Sin embargo, pronto se vio que el espacio era escaso, y las dificultades varias. La principal era que en muchas zonas, bajo los templos o los atrios se encontraba la roca natural, lo que impedía crear fosas profundas. Esto trajo un grave problema de higiene a la ciudad, ya que ante la descomposición de los cuerpos, los animales sueltos comenzaron a desenterrarlos, a parte de contaminar posibles cursos de agua subterráneos de los que se abastecía la ciudad.

Vino en ayuda de la ciudad el traslado de la Corte a Madrid en 1561, que supuso un notable descenso de la población.

Sin embargo, se han documentado en diversas actuaciones arqueológicas en el interior de templos de la ciudad, la presencia de grandes osarios, producto de la limpieza de templos y atrios para dejar espacio a nuevos enterramientos, como en el caso de la desaparecida Iglesia de San Ginés.

Será en el siglo XIX, en torno a 1814, cuando los “muertos” vuelvan a salir de la ciudad, creándose el “Cementerio Viejo de Toledo”, que estaba donde el actual Instituto María Pacheco (conocido como La Normal, antigua escuela de Magisterio). Tras ampliarse en 1855, acabó siendo trasladado a su actual emplazamiento. 

En el plano de Coello e Hijón se ve parcialmente la planta del antiguo cementerio en la parte superior.

En siguientes post iremos viendo distintos rituales de enterramiento, ajuares, etc.!

Tumba infantil. Últimos hallazgos en la necrópolis de San Lázaro. Octubre de 2014 (Intervención arqueológica dirigida por Arturo Ruiz Taboada)







sábado, 27 de septiembre de 2014

La Mezquita de San Ginés

En la intervención arqueológica que realizó el Consorcio de Toledo para recuperar éste espacio, cuya dirección científica quedó a cargo de Vassilis Tsiolis, se procedió a desmontar las estructuras de vivienda contemporáneas que había en el solar para proceder posteriormente a su excavación arqueológica y para su adaptación como espacio para eventos. Ésta intervención permitió, entre otras cosas, documentar los únicos restos de la mezquita que se situó en su día en éste lugar.

La base de éste espacio se compone de una serie de estructuras romanas, que se prolongan bajo los solares vecinos, y que son las que se conocen como “Cuevas de Hércules”, nombre por el que es más conocido.

Siempre se creyó que sobre las mismas se erigió en época Visigoda una iglesia, ya que en el muro de cierre de éste solar hacia la calle San Ginés se localiza uno de los mayores conjuntos de restos visigodos reutilizados de Toledo; sin embargo, éste muro es posterior, como veremos, por lo que estos restos son reutilizados (además tenemos más en la cercana iglesia de Santa Justa). Esto vendría a indicar que en la zona si debió existir un templo en dicha época, pero su situación nos es desconocida, ya que en la intervención arqueológica no se localizaron restos de época visigoda.

Muro de cierre hacia la calle San Ginés, con restos visigodos reutilizados.


Si tenemos documentación en 1148 que habla sobre el barrio de San Ginés, y en 1156 específicamente sobre la Iglesia de San Ginés. La misma no figura entre las iglesias Mozárabes de la ciudad (las que se mantuvieron como tales durante la dominación musulmana). Ésta iglesia pasó por distintas vicisitudes a lo largo de su historia, ampliándose en distintos momentos, quedando en distintas otras ocasiones sin culto, hasta que es definitivamente demolida en 1841.

Si conviene señalar que, desde Hurtado en 1576, que indica que la iglesia recuerda a la Ermita de la Luz (Cristo de la Luz), a Pisa en 1605, varios estudiosos valoraron que el origen de ésta iglesia era una Mezquita.

Durante la intervención arqueológica que se realizó en el inmueble, una vez que se eliminaron los restos de las viviendas contemporáneas que había en el solar y quedó diáfano el mismo, se pudo comprobar que en el muro de cierre de la Calle San Ginés, en el interior del mismo, se conservaban las improntas de una arquería, de la que se conservaba el arranque original en un esquinazo, mostrando una arquería realizada en ladrillo, tanto en arcos como en jambas, con base de sillares.
Muro de cierre hacia calle San Ginés (interior)

Arranque de la arquería conservado (derecha de la imagen)

Detalle del arranque original de la arquería


Dicha impronta mostraba tres grandes arcos, que no se pudieron definir totalmente como de herradura (aunque es la mayor probabilidad, tal y como los describió en el siglo XIX Amador de los Ríos), a los cuales se adosó el muro de cierre actual. Éste muro, por sus características constructivas (algún día explicaremos éste punto), tendría una cronología en torno al siglo XII.

Muro de cierre, señalándose la línea donde se corta la arquería.

Al levantar el muro de cierre, los materiales que se adosaron a la estructura de la mezquita (la mampostería, el mortero, etc.), no presentan acabado, ya que no quedaban a la vista, y además el muro quedó rehundido para poder enjarjar (encajar) con las estructuras que ya existían.
La línea discontinua mara la base de la arquería

Resto de arquería sobre el actual acceso, que se marca como zona rehundida en el muro


Esta metodología, por la cual el arqueólogo estudia la evolución de una estructura, como es el muro de cierre del solar, se denomina “Lectura de Paramentos”, y sirve para ver la evolución de la misma.

Interpretación de la estructura del muro de cierre hacia la calle San Ginés


Así, la interpretación arqueológica de éste hallazgo sería la siguiente:

-       Inicialmente se localizaba en el solar, sobre los restos romanos, una Mezquita cuya fachada muestra tres grandes arcos. Esto daría una planta de 3x3 arcos, siendo igual a las mezquitas del Cristo de la Luz y de Tornerías. Éste tipo de mezquitas, llamadas de 9 cúpulas, se sitúan en la ciudad en torno a los siglos X-XI.

Planta de la mezquita de San Ginés sobre la planta del espacio actual

Planta del Cristo de la Luz


-     Posiblemente tras la toma de Toledo en 1085, dicha mezquita se transformaría en Iglesia de tipo Mudéjar, pero sin demoler sus estructuras originales, si no integrándolas, como en el Cristo de la Luz. Se realizó un cierre hacia la calle de San Ginés y, posiblemente, hacia propiedades colindantes, y se le añadiría una cabecera.

 
Arriba, planta de la mezquita en esquema. Abajo, se adosan los muros de la Iglesia de San Ginés.


-       Posteriormente la iglesia fue adquiriendo, a través a veces de donaciones particulares como la de los Rojas, propiedades colindantes para levantar nuevas capillas, la torre, la sacristía y un pequeño patio que funcionó también como cementerio, ampliando su tamaño, pero siendo el cuerpo de la mezquita el núcleo principal.

La iglesia de San Ginés antes de su demolición, con todas sus estructuras. En rojo, la situación del cuerpo de la mezquita original


-      Tras distintos momentos en los que la iglesia quedó sin culto, sobretodo a partir del siglo XVII, la misma se fue degradando y arruinando hasta que en 1841 se decreta su demolición, dejando tan sólo los cierres perimetrales y estructuras como la Sacristía sobre la que existían unas viviendas particulares.

Evolución del solar de San Ginés

Actualmente se conserva un arco de herradura en el espacio de San Ginés. El mismo da acceso al lugar donde se localizaba la Sacristía. Debemos indicar que éste arco es FALSO! Se corresponde con la rotura de un muro de ladrillo, posiblemente del siglo XV (se puede observar la rotura del muro en el intradós- la parte interna- del arco, donde se ve el paramento de ladrillo roto y sin acabar), mientras que el arco está realizado con una fina capa de mortero o cemento, sobre el que se simuló el paramento de ladrillo. Es decir, es un trampantojo, pero quizá quien lo hizo si había visto la arquería original!
Falso arco de herradura