La recuperación de la torre de San Miguel se encuadra dentro
de un programa de rehabilitación promovido por el Consorcio de la ciudad de
Toledo, organismo que también impulsó su divulgación a través de su línea de
publicaciones: Los Monográficos del Consorcio.
La Torre de San Miguel el Alto se localiza en uno de los
puntos más elevados de la ciudad, y totalmente exenta de la iglesia aunque a
ella se le adosan algunas viviendas en las caras occidental y meridional.
La presencia de un arco de herradura dentro de la iglesia ha
llevado a pensar a numerosos investigadores que se trata de una mezquita lo que
vendría apoyado por la ubicación de la torre, interpretada como el alminar de
la misma. Incluso hay estudiosos que afirman que se asienta sobre un edificio
anterior, visigodo, basándose en la presencia de gran cantidad de piedras
talladas cerca de la puerta.
La torre es de planta cuadrada, de 4,22 m de lado y una
altura de 22,8 m por lo que guarda una relación más cercana al 1/5 que al 1/4
como ocurre en la mayoría de las torres mudéjares toledanas, haciendo de ésta
la más esbelta de la ciudad. Esta relación se refiere al número de veces que se
eleva la torre con respecto a uno de sus lados.
La fábrica se articula en tres cuerpos:
un basamento inferior de sillería, un segundo tramo de mampostería encintada
(típico aparejo del mudéjar toledano) y la parte superior en la que predomina
el ladrillo ya sea formando arcos ciego de medio punto entrecruzados, arcos
heptalobulados o arcos de herradura.
Destaca la presencia de una pequeñas
columnitas de cerámica vidriada al exterior y huecas por dentro, denominadas
maineles, que fueron repuestos por Regiones Devastadas tras la Guerra Civil
Española.
Vista detalle de la torre con los maineles
Alzado de la torre
En el campanario todavía se conservaban
cuatro campanas fechadas en 1510, 1617, 1832 y 1997. En las dos más antiguas la
leyenda que aparece es bastante similar: CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO
IMPERA, CRISTO, DE TODO MAL, (ME DEFIENDA), ESTA CAMPANA SE HIZO EN EL AÑO DE
MIL QUINIENTOS DIEZ AÑOS, en la de 1510; y CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO
IMPERA, CRISTO ME DEFIENDA DE TODO MAL. 1617.
Inscripción de la campana de 1617
Coronando todo el conjunto encontramos la veleta de hierro
que se compone de una cruz latina rematada en punta en tres de sus lados. La
intersección se adorna con un círculo y en la parte inferior se representa al
arcángel San Miguel matando al dragón.
Veleta
Tanto el acceso a la torre, de reducidas dimensiones, como la
subida interior siempre girando a la izquierda o el interior cubierto con
bovedillas falsas por aproximación de hiladas, nos indican claras
reminiscencias islámicas. También los elementos decorativos como los arquillos
polilobulados ciegos apoyados en columnitas de cerámica vidriada, los arcos de
herradura, los frisos de ladrillos “en esquinillas”.. pero quizá la elevada
ornamentación en la torre es la que nos revela su adscripción claramente
posterior aunque siguiendo con los prototipos iniciados y/o desarrollados en la
arquitectura islámica.
En la torre de San Miguel se reúnen un compendio de símbolos
religiosos que forman en conjunto toda una alegoría de la cristiandad.
Una vieja leyenda relata como el demonio intenta subir una
montaña y es el arcángel San Miguel el que le impide llegar a la cima derrotándole
y expulsándole al infierno.
La montaña representa el centro del mundo, es
tradicionalmente donde Dios habita, sube a orar, habla y declara la identidad
de Jesús. El símbolo de la montaña representa un movimiento “ascensional” y
“vertical”, es un elevarse hacia lo alto, una invitación a subir. Por ello se
considera el proceso de la vida espiritual como una ascensión de la persona
hacia Cristo, vértice de la montaña. En el ámbito religioso cristiano es el
símbolo del deseo de Dios, del Absoluto; y en todos los pueblos, en la montaña,
se divisa la morada de la divinidad. En la Biblia se acentúa el carácter
sagrado de la montaña y son en ellas, donde se ubican la mayoría de los
acontecimientos relacionados con la salvación y las manifestaciones de Dios. El
ejemplo más claro de la representación de la montaña en la arquitectura y su
significación religiosa, aunque evidentemente no católica, son las pirámides,
pero también lo son cualquier otra manera de simbolizar la altura.
s habitual situar los edificios
dedicados al arcángel San Miguel en lugares altos, siendo uno de los ejempos
más significativos el del Monte Saint-Michel en Francia, y aquí en España el
santuario de San Miguel en el monte Aralar en Navarra. En el caso de Toledo no
hay que olvidar que la torre, y con ella la iglesia de San Miguel, se localiza
en uno de los sitios más elevados de la ciudad, y por supuesto también hay que
tener presente el nombre con el que es conocida: San Miguel el Alto.
Mount Saint-Michel (Francia)
Es probable asimismo que esta simbología se haya querido
representar en la torre de San Miguel cuando en su construcción no se mantiene
la relación 1/4 tradicional en los alminares cordobeses, siendo ésta la única
de la ciudad que guarda una relación 1/5, es decir la longitud de un lado de la
base elevada cinco veces en altura, lo que le confiere una imagen esbelta y una
sensación mayor de altura. Una torre alta es una llamada de atención para el
que lo observa y en el ámbito religioso, la finalidad última es la de elevar al
hombre de lo terrenal a lo celestial.
Rematando, en la cúspide se coloca la
veleta con la representación del arcángel San Miguel matando al dragón. Se
simboliza así la cima de la montaña (la morada de Dios) y al dragón
(personificación del demonio), que intenta subir por ella (representada por la
torre); pero en la cima le espera el arcángel San Miguel, en su figura de
vencedor de las fuerzas del mal encargadas por Lucifer, y le vence arrojándole
a los abismos infernales.
El mismo nombre del arcángel significa
“Quién como Dios”. La iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los
arcángeles, y le llama “Príncipe de los espíritus celestiales” y “jefe o cabeza
de la milicia celestial”, ya que aparece como el gran defensor del pueblo de
Dios contra el demonio. Es por eso venerado como guardián de la Iglesia. Es
pues, el símbolo del triunfo de la luz sobre las tinieblas.
Muy apropiadamente es representado en el
arte como el ángel guerrero, poniendo su talón sobre la cabeza del enemigo
infernal, amenazándole con su espada, traspasándolo con su lanza, o presto para
encadenarlo para siempre en el abismo del infierno. En este contexto, resultan
llamativas las inscripciones de las campanas de la torre de San Miguel el Alto,
fundamentalmente de las dos más antiguas: CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO
IMPERA, CRISTO ME DEFIENDA DE TODO MAL que más bien parecen gritos de guerra.
A partir de aquí derivan en la Edad Media
las imágenes del guerrero de alas brillantes con labrada armadura, al que no le
falta la lanza con la que destruye al dragón, personificación del mal y símbolo
del conjunto de los enemigos de la fe, vencido a sus pies. Se compara así, en
muchas ocasiones a San Miguel con San Jorge. No hay duda de que las dos
representaciones guardan un paralelismo que la iglesia medieval no hace sino
alimentar.
Pero esta narración tiene raíces más
antiguas que las cristianas ya que existen multitud de semejanzas con antiguos
mitos griegos y orientales en los que un héroe derrota a una serpiente, dragón
o ser monstruoso para rescatar a una princesa o libra a un territorio o ciudad
del mal.
No es de extrañar, pues, que
existiera una marcada predilección de los templarios por San Miguel como ángel,
el de la espada, el de la Justicia Divina. San Miguel, en su lucha caballeresca
contra los ángeles perversos, es el arquetipo del caballero y se concibe la
caballería como una auténtica milicia terrena parangonable con la milicia
celestial.