Localización del Nº 63 de la Avd. Coronel Baeza y restos documentados
Durante el control arqueológico del movimiento de las tierras para la nueva edificación, junto a la medianería oriental, se localizó una estructura muraria de mampostería, posiblemente islámica, que estaba asentada sobre niveles de desechos visigodos que, a su vez, estaban colmatando el interior de lo que identificamos como un fondo de cabaña de suelo rehundido, también de la misma cronología.
Detalle de los rellenos visigodos en el interior del "fondo de cabaña de suelo rehundido"
Durante estos trabajos, en el solar constatamos numerosas fases de ocupación antrópica que iban desde época visigoda hasta el momento actual. La primera, un “fondo de cabaña de suelo rehundido” de época visigoda, amortizado también en esta misma fase cultura con toda clase de desperdicios; la segunda, la construcción de un muro islámico sobre los antiguos niveles visigodos. El material cerámico de la primera estructura, y por consiguiente asociado a los restos de fauna, estaban encuadrados a lo largo del S. VI. En lo concerniente al material islámico, podemos adscribirlo fundamentalmente al S. XI. Las fases más modernas corresponderían al momento de edificación de los bloques de la Avenida de Coronel Baeza, a finales del S. XIX y, el posterior zanjeo que se haría hacia los años 50 del S. XX para la construcción del desagüe de la incipiente nueva área urbana de la Reconquista, que desembocaría en el río Tajo.
La peculiaridad de esta intervención fue, principalmente, la identificación del “fondo de cabaña de suelo rehundido” de época visigoda, posiblemente una de las primeras identificadas en la capital del reino. En cuanto a la segunda peculiaridad fue, la recuperación en un espacio de aproximadamente 2 m2 de excavación, de un total de 41 valvas completas (VC) de Ostra (Ostrea edulis) más otras 12 valvas fragmentadas (FV).
Más del 65% del material arqueológico recuperado corresponde a fauna, el 3% a Ostras.
Elemplares durante el proceso de excavación.
En ocasiones la localización de determinados elementos en excavaciones que, por lógica no deberían aparecer, plantea cuestiones que se deben desvelar, si las ostras son animales marinos ¿por qué aparecen aquí, en el centro peninsular? ¿Los visigodos continuaron el gusto romano de consumirlas? ¿Cómo las trajeron? ¿Por dónde? ¿Quiénes? ¿Cuando?...
No siempre es necesario un hallazgo espectacular de grandes edificios y o de pucheros llenos de tesoros, tan sólo la concentración de unas conchas o de unos pequeños huesos, pueden arrojar más información y luz que los primeros.
Ejemplar de valva izquierda de Ostra, con parte de la concha rota debido
al force para su apertura.
La recuperación de estas conchas, nos están informando de primera mano, que su existencia ratifica el consumo de este producto marino; que ha existido un comercio del mismo y que, al ser un alimento de lujo, sólo una clase social podría permitirse el capricho de su adquisición y consumo, etc. Por lo consiguiente, al final, una insignificante concha marina nos puede dar noticias sobre élites sociales, rutas comerciales y florecimiento económico de un núcleo urbano.
Algunos ejemplares de las conchas recuperadas (Ostrea edulis)
Hasta la fecha, el saber a ciencia cierta de donde proceden y quienes las encargaron, es difícil vaticinar, aunque nos inclinamos por dos posibles rutas comerciales, la primera desde el área de Cartagena; mientras que la segunda sería desde algún punto de la costa malagueña.
Tal vez alguien relacionado con la nobleza goda de la ciudad de Toledo, durante algún momento del S. VI se diera el capricho del consumo de este alimento como signo de su posición socio-económica.